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miércoles, 5 de octubre de 2011

LA ÚLTIMA CIMA. EL MONTAÑERO DE DIOS.



Pablo, un joven alegre, inteligente y dinámico, elige como meta en su vida ser sacerdote, pero no un sacerdote cualquiera. Ha decidido amar a lo grande.                                  

He escuchado decir a muchas personas: “Creo en Dios pero no creo en los curas“...y últimamente, los medios de comunicación han ayudado y no poco a hacer que esta frase esté más de moda que nunca, debido a los tristísimos casos de pederastia en que se han visto involucrados algunos sacerdotes católicos, tema que entristece mucho y sobre el que jamás se debe frivolizar: esta ahí y se le está haciendo frente desde Roma para que hechos como estos no se repitan jamás.

Entre tanto, la figura del sacerdote se ha visto muy atacada porque se ha estado metiendo en el mismo saco a justos y a pecadores, y gracias a Dios, me consta que hay más justos que pecadores. Son muchos los sacerdotes que trabajan en silencio, que dan su vida por sus ovejas, que guardan la castidad en su estado sacerdotal, que son ejemplos a seguir por su entrega y por su labor callada y a veces tristemente incomprendida y menospreciada. Este es el caso de Pablo. Un joven sencillo que decide ser sacerdote y dar su vida a Dios y al servicio de sus hermanos en el mundo. Sin ruidos, sin estridencias, cumpliendo en cada momento con la obligación que él mismo ha querido asumir: trabajar por el bien de todos los que se acercasen a su persona, transmitirles el amor que ha sentido que Dios le ha regalado a él mismo, haciéndose portador de su mensaje y de su amor en un mundo muy falto de valores trascendentales, haciéndose como Cristo: pan de todos. Hay una frase preciosa  que resume todo lo que él quiso ser  y que pronunció el mismo día de su ordenación sacerdotal: "ya no me pertenezco"...y ese fue realmente el lema de su vida . Así lo aseguran numerosos testimonios de personas que tuvieron la suerte de conocer a este "cura montañero" , y nos lo explican en la película que lleva el nombre de "La última cima". Todos declaran unánimemente que Pablo era muy alegre, que jamás le vieron enfadado o triste, que siempre estuvo a su lado en los momentos en  que le necesitaron, como si él mismo no tuviera otra cosa que hacer u otra conversación que escuchar que la suya. Fue sacerdote a 24 horas porque ya no se pertenecía. Pertenecía a cualquier persona que necesitara de su ayuda o de sus palabras.

Como afición personal tenía la escalada. Disfrutaba enormemente subiendo cimas y  amaba tanto la belleza de los paisajes de altura que más de una vez deseó que Dios se lo llevara en alguna de aquellas excursiones donde le parecía, en propias palabras, "estar en el mismo Cielo". Allí, en lo alto de las cumbres que coronaba, disfrutaba  inmensamente celebrando la Eucaristía,  levantando al Señor por largo tiempo frente a los montes cubiertos de nieve, al mismo Dios creador de toda aquella fascinante belleza que le hacía sentirse tan cerca de Él y que  ahora sostenía en sus manos gracias a las palabras del "Tomad y comed..."

Y Dios escuchó su deseo y  quiso llevarle al Cielo desde aquellas cumbres que tanto le cautivaban, porque como dice Santa Teresita del Niño Jesús: “Dios pone en nuestros corazones deseos de aquello que quiere darnos”

Al difundirse la noticia todos los que le conocían y amaban se hacían las mismas preguntas: ¿Por qué Pablo ha fallecido? ¿Por qué un sacerdote de esta valía humana y espiritual nos ha dejado? ¿Por qué Dios hace estas cosas? Nadie quería bajar a la realidad porque el hueco que Pablo dejaba no iba a poder llenarse jamás. Pero lo que no sabían los que en esos momentos se hacían esas preguntas es que a semejanza de otros muchos que nos han dejado y a los que hemos amado, la misión de Pablo empezaba el día de su muerte. Gracias a esta vida y a su ejemplo de generosidad y entrega, hoy todos los hombres tenemos un hermano mayor que vela por nosotros, un ser cercano que sabe lo que es la vida y las dificultades que tenemos muchas veces para alcanzar la meta. Es un faro en la noche oscura, una estrella brillante en el firmamento que nos indica el Norte en el camino.
Ahora, querido lector, si usted es de los que piensa que cree en Dios pero no en los curas, me gustaría plantearle un desafío. Vaya a ver "La última cima" y después de verla dígame que ya no cree en los curas. Se que esta película no le dejará indiferente. Siempre habrá de todo en todas partes, pero realmente después de este film, creo que generalizar no sería justo porque se que hay muchos "Pablos" diseminados por el mundo, solo que esta clase de personas suelen pasar desapercibidas. Si alguna persona desea ser sacerdote creo que debe serlo a tiempo completo y sin medianías. Si no es así, es  preferible que no lo sea. Pero también debiéramos entonar el mea culpa cuando criticamos al sacerdote y le atacamos por su egoísmo, por su insolidaridad, por cualquier cosa que nos disguste de él. Debiéramos preguntarnos si hemos estado al lado de los sacerdotes que están solos en muchas ocasiones haciendo obras de misericordia, si les hemos visitado en sus enfermedades, si hemos orado por ellos por darnos a Cristo en la Eucaristía o por perdonarnos los pecados en nombre de Dios.
Es muy fácil criticar, pero sería muy conveniente que hubiera también quien se dedicara a dar testimonio de las cosas que son positivas y que con frecuencia solemos olvidar o pasar por alto por el mero hecho de que las consideramos connaturales a un sacerdote. No olvidemos que no han dejado de ser hombres y que todo lo bueno que hacen les cuesta un esfuerzo, lo mismo que a usted o a mí  nos cuesta cumplir a diario con nuestra obligación. Por eso desde aquí aprovecho para darle las gracias al padre Pablo, por su ejemplo y  por su coherencia de vida que hace que los católicos nos sintamos orgullosos de contar con seres tan especiales como él. Santos en medio del mundo. Personalmente me motiva a vivir el momento presente con alegría, porque es el presente lo que cuenta.  Ahora se que tengo el compromiso de ayudar a todos los que se acerquen a mi persona. Realmente me ha ayudado a ver la vida con nuevos ojos. Jamás pensé que una película pudiera marcarme tanto. 

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