Realmente, el Evangelio es un manjar que nos sorprende, porque a pesar de tomarlo con frecuencia, nunca nos cansa, siempre nos interpela con algo nuevo y su sabor es distinto cada vez que lo gustamos. Hoy he sentido esto en la Misa, cuando el padre Miguel nos ha hablado del paralítico descendido por el techo por 4 hombres buenos, para que el Señor le pudiera sanar. Como digo, muchas veces había escuchado este trozo tan precioso del Evangelio, pero hoy he podido gustarlo de otro modo. El Señor, no elogia la fe del paralítico, sino la de los 4 hombres, que sabían que si le llevaban ante la presencia del Cristo, Él le sanaría. Y Jesús, no puede menos que curarle, ante esta profunda fe, que les hace no ver obstáculos en el difícil descenso desde el techo hasta la habitación donde se encontraba el Salvador. Siempre ocurrió así en la vida pública del Señor. Siempre sanó a los enfermos, principalmente si mostraban su fe. De ello tenemos ejemplo en numerosos pasajes del Evangelio.
Hoy podemos trasladar a nuestra vida, esa fe de los hombres que ayudaron al paralítico, ayudando a su vez, a llevar a Cristo a multitudes de personas "paralíticas en sus espíritus" , que vagan buscando sanar sus corazones doloridos, sus soledades, sus penas y sus desesperaciones. Si les llevamos con fe ante el Señor, si les mostramos la luz del Evangelio, el Maestro no podrá menos que sanarlos, no podrá menos que acercarlos a su Corazón Sacratísimo.
Hoy podemos hacer esto muy fácilmente, sin salir del hogar, con los medios que la tecnología pone a nue
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